Cómo defendemos al Frente de Izquierda(*)


Los centenares de miles de votos que obtuvo en las elecciones recientes han convertido al Frente de Izquierda y de los Trabajadores en una referencia política para numerosos sectores combativos y avanzados de la clase obrera y de la juventud, e incluso para sectores más amplios de trabajadores. Implica, incuestionablemente, un fortalecimiento para estos sectores en la lucha cotidiana contra el capital y en su capacidad para reagrupar fuerzas nuevas del activismo y crecer. Es la primera vez que ocurre con una coalición de fuerzas anticapitalistas que, por lo menos en principio, se oponen a los frentes de colaboración de clases. El registro electoral del Frente de Izquierda ha representado un golpe político considerable contra las organizaciones de izquierda que se disfrazan en coaliciones políticas bajo la dirección de la burguesía y la pequeña burguesía con la tesis de que, de otro modo, solamente podrían hacer una campaña de denuncias o testimonial, que de ninguna manera les permitiría obtener posiciones parlamentarias para asentar un desarrollo político posterior. Es el caso del partido Comunista con el kirchnerismo; del PCR y la CTA Micheli con el sojero ‘socialista’ Binner; o del MST con Solanas. El Frente de Izquierda probó, en la práctica, que puede ganar la adhesión de una masa considerable de votantes, e incluso posiciones parlamentarias, sin pagar el precio mortal de la desnaturalización política. Hemos ganado, por el momento, el lugar histórico de la izquierda y del socialismo. Como hemos escuchado repetidas veces en los lugares de trabajo y en la calle, “ustedes (nuestro Frente) son la izquierda”. De este modo, a través de un proceso político concreto, una coalición electoral, o sea episódica, que para muchos obedecía a la necesidad de superar la exigencia de un piso de votos en las primarias, se ha convertido en una referencia política. La defensa del desarrollo del Frente de Izquierda parte de esta caracterización; estamos ante una creación política que resulta de la confluencia de sectores activos de las masas con un frente de partidos que pretenden ser su vanguardia. Destacamos esta caracterización política, porque de ella se desprende que la parálisis del Frente de Izquierda desde las elecciones constituye un ataque al desarrollo político de los sectores combativos de la clase y, en última instancia, a un plazo medio previsible, a la unión del socialismo revolucionario con el movimiento obrero. Esa parálisis es sinónimo de liquidacionismo sectario; para ir hacia adelante es necesario combatir el sectarismo y el faccionalismo.

Crisis política de conjunto

La transformación del Frente de Izquierda, en los términos señalados -de una coalición electoral potencialmente episódica, en una referencia política-, ha ganado una fuerza potencial como consecuencia del principio de desplome del gobierno K, luego de las elecciones: ‘ajuste’, crisis energética y del sistema de transporte, ataque a la lucha contra la megaminería y los docentes y movimientos sociales, masacre ferroviaria de Once, nuevos manotazos a las reservas monetarias, crisis con la burocracia sindical de Moyano y dentro de la camarilla K, versiones de una crisis con el G20 por una inminente ‘nacionalización’ de YPF-Repsol. Una lista demoledora. Por aquello de “que éramos pocos y parió la abuela”, el régimen político enfrenta ahora una crisis nueva, como resultado del avance de las operaciones de las compañías petroleras en aguas de Malvinas. Se trata de una presión insoportable para el conjunto del régimen político, ya no más de un asunto de folklore nacional. Asistimos a un agotamiento del régimen transitorio de dominación que emergió de la bancarrota de 2001/2, cuando la bancarrota capitalista mundial y las operaciones de rescate de esta bancarrota han acentuado la guerra comercial que afecta en especial a los llamados países emergentes. Esta crisis desmiente la especie de que el kirchnerismo había “ganado la batalla cultural”, de que se había “impuesto el relato”, o de que nos encontrábamos en “la Argentina kirchnerista”. El “bonapartismo tardío”, encarnado en CFK, anticipaba este desarrollo de la crisis, porque se trata de una forma última de dominación política: un sistema de arbitraje personal en la fase final de una gestión de gobierno -no en la fase inicial. Que en una situación como ésta, la izquierda anticapitalista haya logrado establecerse al menos como referencia política, es un síntoma de características pre-revolucionarias. Contribuye enormemente a esta situación el inmovilismo y el faccionalismo en la oposición capitalista y pequeño burguesa a los K, que continúa sin pausa después de las elecciones. Sin el proceso de desmoronamiento de este régimen político en su conjunto -que se prolonga en el tiempo pero no por ello es menos real-, no se podría entender el avance electoral del Frente de Izquierda. Somos el producto de un largo desarrollo por abajo y de una crisis de conjunto por arriba. No solamente tenemos que dar una orientación y dirección a las luchas de carácter parcial sino, por sobre todo, llenar un vacío político, o mejor, dar un contenido revolucionario a la crisis política en desarrollo. De esta caracterización objetiva de las fuerzas en presencia, se desprende la prioridad de desarrollar el Frente de Izquierda, y la imperiosa necesidad de combatir la sífilis del faccionalismo, la autoproclamación o el auto bombo.
En el Partido Obrero entendemos que el protagonismo potencial que se ha abierto para el Frente de Izquierda, modifica la vía de desarrollo de los partidos que lo integran. Ese desarrollo dependerá del aporte que hagan al desarrollo del Frente y de la capacidad de acción e iniciativa; del debate orientado a la clarificación política, en el marco de la unidad sistemática de acción. El daño potencial del sectarismo, antes confinado al destino de un grupo, ha crecido. No se trata de una suposición o de un cálculo actuarial, pues ha ocurrido efectivamente en algunos países de América Latina en las últimas décadas.

“El Declaracionismo”

El Frente de Izquierda, en cuanto tal, no se ha pronunciado sobre esta sucesión de crisis, ni ante casi ninguno de sus episodios. En lugar de esto ha sido ostensible el afán de promover la disputa interna, el faccionalismo -el cual incluye también el auto bombo sistemático. A la crisis política del régimen capitalista se ha dado como respuesta el retiro del Frente del campo de la lucha política; al ‘vacío político’ creado por los sucesivos retrocesos del gobierno, el vaciamiento del Frente de Izquierda. Las ‘cartas’ al Partido Obrero ya son más numerosas que las cartas al pueblo o que los pronunciamientos políticos del Frente. Como las ‘cartas’ ahora vienen numeradas, parece que hubiera intención de convertir un error de método en un desmadre.

Es necesario advertir que el pasaje de una coalición electoral a un frente con una participación activa en la lucha política cotidiana, es conflictivo. En general, las coaliciones electorales se deshacen hasta, eventualmente, las elecciones siguientes. Toda creación política, incluso los partidos, tiene un carácter histórico transitorio, pero la coalición o el frente tienen ese carácter como un propósito definido. Debido a esta contradicción es que prestamos una atención especial a caracterizar el lugar que ha pasado a jugar el Frente de Izquierda -siempre potencialmente, o sea como producto de su acción- en la crisis política y en la evolución política de un sector de los obreros combativos. El problema es que si el Frente no se aplica a una intervención sistemática, dejaría ese lugar conquistado en el vacío, retrocediendo en la capacidad de un reclutamiento de fuerzas y, por sobre todo, dando una posibilidad al centroizquierdismo de recuperar terreno. No solamente no nos estaríamos preparando para la campaña electoral que comienza en un año, sino, mucho más importante, no estaríamos desarrollando el sujeto proletario que se manifestó políticamente hacia el Frente en agosto y octubre pasados. En resumen, es necesario encarar la transición política a un frente político sistemático.

La razón principal que se ha exhibido, según nuestro entendimiento, contra una política de definiciones sistemáticas del Frente de Izquierda, en la forma de declaraciones, es que privilegiamos el “‘declaracionismo’ a la lucha”. La separación entre una cosa y otra es unilateral; una lucha política conciente se prepara y se impulsa con un planteo político. No hace falta que digamos que una competencia sobre quién es más ‘luchador’, la rechazamos por liquidacionista. El silencio, en nuestra opinión, es insalubre. Pero la definición política, de parte de un frente como el nuestro, tiene una función importante, que es delimitar los campos con rivales de clase que compiten con nosotros en las luchas parciales o políticas. Por ejemplo: nosotros estamos contra el tope en las paritarias y Moyano, ahora, también. ¿Vamos a largar ‘la clásica’, ‘que Moyano luche’, o vamos a oponernos a la regimentación de las paritarias desde nuestra política, y a delimitarnos de la burocracia sindical? El Partido Obrero es de la segunda posición, pero incluso si hubiera una divergencia sobre este punto, nosotros buscaríamos un acuerdo de acción del Frente, siempre que no comprometa posiciones de principios, y debatiríamos la diferencia en un marco determinado. En la lucha ambiental, deberíamos defender nuestro ángulo de lucha de clases, a diferencia de lo que hace el movimiento ambientalista, que se pone en un plano antropológico (pre-capitalista). Por sobre todas las cosas, tomar posición sirve de orientación para una intervención concreta en la lucha de clases.

El tema del ‘declaracionismo’ tiene su lado curioso, porque mientras los dirigentes de nuestros partidos consideran válido criticar las declaraciones de otros, por ejemplo las de Plataforma 2012 -crítica que reivindicamos-, no producimos nuestros propios pronunciamientos frentistas sobre los temas que abordan las declaraciones que criticamos. No se ve cuál es la conveniencia de actuar de rebote en lugar de tomar la iniciativa.

La oposición a tomar posición frente a la crisis política, que se descalifica como ‘declaracionismo’, significa una reversión de toda la metodología socialista y comunista desde 1850 en adelante, es decir, la de introducir el programa y la política socialista en el movimiento obrero, que carece de ese programa y de esa política. Sería una especie de ‘economismo’, aunque pensemos que esta podría ser una caracterización exagerada. La fusión del socialismo y el movimiento obrero es una tarea actual en Argentina, que se vuelve a plantear históricamente, luego de la experiencia del final del siglo XIX y la primera mitad del XX. No solamente creemos que el Frente debe pronunciarse en forma sistemática frente a todo el desarrollo de la crisis política y las luchas obreras y populares, sino que incluso sería muy positiva una declaración general, que fuera capaz de recoger las líneas principales de una caracterización política.

Asamblea de apoyo al Frente de Izquierda

La otra objeción que recibimos a la propuesta de producir pronunciamientos políticos ha sido de otra naturaleza: que primero deberíamos dejar de ‘bloquear’ (?) la salida de una revista de la Asamblea de Intelectuales en apoyo al Frente de Izquierda.

En primer lugar, debería sorprender el pasaje del autobombo obrerista a la prioridad de una revista a cargo de una asamblea de intelectuales. Si tuviera que salir una revista, tendría que ser bajo la dirección del Frente, con participación de intelectuales y de no intelectuales. ¿Desde cuándo un socialista consagra el monopolio de la palabra o del texto a los intelectuales y se la niega a los obreros? Es inevitable la conclusión de que el propósito de la propuesta es marginar la centralidad política del Frente de Izquierda y (además) de los Trabajadores, en función de un cálculo que desconocemos y tampoco fue explicitado. La deliberación acerca de la revista ha estado confinada a una “Coordinación”, porque la asamblea se ha reunido solo una vez después de las elecciones.

Lo que ya no es sorprendente sino realmente curioso es que, dejando de lado toda esta crítica absolutamente correcta y válida a la revista, nuestros compañeros de Frente rechacen la propuesta de los compañeros de nuestro partido en la asamblea, para que el propio Frente discutiera una plataforma orientadora y metodológica para esa revista, con el objetivo de presentar a la Asamblea una posición común, incluidas las diferencias. En un terreno donde el afán de disputa abunda más que la soja, hubo un rechazo a que la plataforma siquiera fuera discutida, y que en todo caso alcanzaba el programa del Frente, que (en todo caso) es un pliego de reivindicaciones pero no un programa, o una estrategia.

La revista es un órgano teórico de propaganda muy delicado. Forma el pensamiento estratégico de los socialistas; dejar su carácter al albedrío es simplemente un despropósito. Un sostenedor de una coalición electoral, en este caso el Frente, no califica para propagandista de la dictadura del proletariado. Sería, y esto con suerte, un órgano centrista. Negarse a discutir una plataforma de orientación y método de trabajo es una falta de respeto entre compañeros, y aventurerismo.

La confirmación del acierto de nuestra posición y del desacierto de nuestros críticos, vino en menos de lo que canta un gallo. Uno de los eventuales protagonistas de la revista eventual, el grupo R&R, se despachó con un planteo de apoyo a “la autodeterminación de los isleños” en el caso de Malvinas, sin que esto provocara siquiera un movimiento de cejas en la asamblea o el Frente. R&R ni siquiera apoya al Frente, al cual ha disparado las peores acusaciones durante la campaña electoral y después, bajo la mirada benévola de quienes interpretaban estos hechos como ‘un enfrentamiento’ entre R&R y el Partido Obrero -a pesar de que nuestro partido no ha dedicado una línea de su prensa a esta gente. En la revista que saldría sin acta que registre su nacimiento, R&R tendría su lugar; nosotros exigimos que este grupo sea separado de la asamblea. Es incompatible con el Frente de Izquierda, repudiamos cualquier apoyo de este lado. La ‘autodeterminación’ en cuestión es la posición del imperialismo británico y la expresión de sus intereses. Para R&R el imperialismo británico no existe, ni tampoco el imperialismo en general. Que quede claro: defendemos la reivindicación nacional de Argentina sobre Malvinas, no en nombre del patriotismo argentino sino de los intereses internacionales del proletariado, para el cual toda derrota real del imperialismo es un factor de estímulo y de posibilidades. No apoyamos ninguna de las acciones ‘nacionales’ de la burguesía argentina, sus gobiernos y sus dictaduras sobre Malvinas: las denunciamos como compromisos con el imperialismo, y oponemos a ella la lucha nacional dirigida por la clase obrera, en los términos de la revolución permanente.
No podemos dejar de lado un último punto: el reclamo de nuestros compañeros en la asamblea, de que la revista adopte una línea sindical en el ámbito de la Universidad, Conicet, etc., y el apoyo a la lista mayoritaria clasista en AGD. Un mínimo de ‘obrerismo’ exige el apoyo a esta propuesta, al menos en lo fundamental. En el rechazo a discutir el carácter de la revista está incluido el rechazo a este planteo.

Llamamos a los partidos del Frente a apoyar la separación de este grupo -R&R- de la asamblea y a discutir como corresponde entre revolucionarios la conveniencia o no, las características y la dirección de una revista. Llamamos, por sobre todo, a poner fin al pretexto de la revista para impedir una toma de posición sistemática del Frente de Izquierda frente a la crisis política de conjunto.

Agendas legislativas

La actividad de los bloques legislativos es un aspecto de la intervención colectiva del Frente de Izquierda. De acuerdo con lo que convinimos, los candidatos de las fuerzas del Frente rotarían en sus cargos, y la bancada funcionaría colectivamente. Pensamos que este método requiere establecer una agenda legislativa, que en primer lugar reivindica la participación de los legisladores electos y de la lista en toda lucha popular.
A la propuesta de una agenda legislativa se ha opuesto, en el caso de la banca de Neuquén, la prioridad de ‘la lucha’. Esta posición se justifica en regímenes como el zarismo o las dictaduras con parlamentos fantoches, porque en estos casos la condición de una agenda legislativa es el derrocamiento de esos regímenes políticos. Pero no en donde hay libertad formal de organización y reivindicación, incluso lucha. En estos casos, las luchas se pueden preparar por medio de una propaganda y agitación de una agenda legislativa, o sea de reclamos de derechos y nuevas conquistas. Lo contrario es desaprovechar la banca parlamentaria, porque la participación en la lucha no requiere fueros, lo podemos hacer todos sin que seamos representantes electos. La agenda legislativa habilita a realizar asambleas obreras y populares que fijen los reclamos, y por lo tanto la organización, o sea el trabajo profundo, distinto del super-estructural -como lo es también la lucha que carece de método.
Tenemos ejemplos de esto de nuestros representantes en Córdoba y Salta, que son más antiguos. ¿Hace falta recordar la titánica acción legislativa por la reducción de la jornada laboral en el subte, a seis horas, iniciada por un solo diputado, contra toda expectativa, incluso cuando los trabajadores aún no habían salido de un reflujo importante y el sindicato lo manejaba UTA? Lo que empezó en la soledad, desde una agenda, acabó con una huelga general, que se declaró en respuesta al veto a ese proyecto luego de que alcanzara el 70 por ciento de los votos en la Legislatura. Requirió más de dos años de trabajo, pero ayudó a cambiar para siempre la realidad sindical en el subterráneo de Buenos Aires. Discutamos y aprobemos agendas legislativas, con la conciencia de los límites que tienen, y revitalicemos nuestro trabajo colectivo en las legislaturas, como lo habíamos establecido. Por esto, rechazamos también la re-categorización de la bancada de Neuquén, que se ha convertido en “ceramista” en lugar de ser del “frente de izquierda”. Nos abstenemos de desarrollar más este punto.

Autobombo, programa, partido

En la campaña electoral se expresó una tensión entre la propaganda del Frente de Izquierda, que buscó llegar a sectores cada vez más numerosos de trabajadores, y la política auto-referencial -que consiste en hablar para los militantes propios y criticar veladamente a los partidos compañeros. Esto dio lugar a una polémica más o menos explícita, que comenzó en el acto inaugural del 1º de Mayo, y siguió en Medicina, Córdoba, La Plata. En plena campaña electoral, en una situación no revolucionaria, cuando más de la mitad del proletariado (por lo menos) se aprestaba a votar por el gobierno y parte del resto por la oposición patronal, y cuando nosotros mismos convocábamos a “danos tu voto”, hubo un pavoneo con la militarización (no pasó de eso) y una descalificación abstracta de las elecciones, cuando se trataba de clarificar por qué y para qué nosotros interveníamos en ellas y cómo podíamos aprovecharlas, ¡que fue lo que ocurrió, porque todos coinciden en que estuvimos entre los beneficiarios principales! Spots ‘entradores’; agudeza y manejo del matiz en las polémicas con nuestros adversarios en los medios; y un segundo lenguaje en los actos públicos. ¿Vamos a resolver esta tensión a favor de la autoproclamación que caracteriza a la secta? Las cartas numeradas y no numeradas y los espacios de los periódicos dedicados a polémicas que cuando no tienen carácter de principios carecen por lo menos de método, le ganan por varios cuerpos a la definición política común de cara a la crisis política y a la posibilidad que se ha abierto de generar una alternativa política. La tendencia liquidacionista se encuentra en pleno desarrollo, solamente contenida por el temor a quedar indicados como liquidadores de una experiencia política que los obreros valoran y que aún no ha agotado su capacidad de producir resultados positivos -o sea revolucionarios en la organización de clase y la lucha de los explotados.

En este aspecto del desarrollo de la campaña electoral, dijimos que si todos nos creemos el partido revolucionario, podríamos armar un debate para arribar a la construcción de un partido revolucionario entre todos -lo que supone un congreso y la vigencia del centralismo democrático. Fue, es cierto, una salida polémica por la positiva a planteos que ponían en peligro la unidad política de la campaña electoral. Pero es también una conclusión que tenemos desde hace más de una década: una oposición al faccionalismo y la convocatoria a todos los cuartainternacionalistas que luchan re-al-men-te por la formación de partidos y a la refundación de la Internacional con el método señalado. Nos sorprende francamente que se nos proponga una discusión sin límites para ver si es posible un partido revolucionario entre todos, como si no hubiéramos estado discutiendo durante varias décadas sobre los temas más variados de la actualidad. Para esta clase de discusión no necesitamos acuerdos previos: la libertad es libre, discutimos lo que queremos y cuando queremos -claro que en nuestro caso sigue un método, que es el de aportar a una clarificación, y se opone al faccionalismo, es decir a la discusión por la discusión misma, que siempre cambia de eje. Nosotros creemos firmemente en la necesidad de explorar los caminos hacia la refundación de la Cuarta, a partir de un par de puntos principistas y el debate en torno a un programa. Digamos, de paso, que sobre estos puntos estratégicos no hemos recibido definición alguna en las sucesivas “cartas”. La cuestión es ésta: el programa, porque es necesario dar cuenta de dos fenómenos de alcance histórico -la destrucción de los Estados obreros y la crisis capitalista como no hubo desde la década del treinta. Tenemos que reafirmar el objetivo de la revolución mundial y del comunismo a partir del balance de este nuevo desarrollo histórico, que va más allá de lo que analizó el Programa de Transición.

Una aclaración fundamental se impone a esta altura del texto. No estamos conminando a nadie a formar un partido revolucionario común; exponemos una caracterización y una perspectiva. Nuestra prioridad, en términos de unidad de acción, es el Frente de Izquierda y de los Trabajadores. No vamos a permitir que el tema que expusimos polémicamente, el partido, sea pretexto para derribar el Frente por medio del faccionalismo. Quien se empeñe en ello tendrá que trabajar por cuenta propia y horas extras -no con nuestra colaboración. Dados los giros históricos del último cuarto de siglo, la cuestión del programa es decisiva para el futuro del cuartainternacionalismo. Por eso hemos aportado, en 2004, las llamadas Tesis Programáticas para la refundación inmediata de la IV Internacional. El partido es el programa, hoy más que nunca, no el resultado de combinaciones con este u otro grupo.
El programa es el compendio de una estrategia, ¿o el Manifiesto de Marx y Engels, un programa, no es la exposición de una estrategia histórica? ¿No podemos decir lo mismo del Programa de Transición? La estrategia se diferencia de la táctica, no del programa. Separar a la estrategia, el camino hacia el poder, del programa, es repetir la distinción socialdemócrata entre programa máximo y programa mínimo. O sería repetir al foquismo, para quien la estrategia era la lucha armada y el programa una lista de reivindicaciones que se podían desarrollar en el marco de un frente popular (colaboración de clases).

En la discusión del programa, se nos dice, hay que poner centralmente la cuestión de la insurrección. Es una invitación para quien ya compró la entrada, pues se encuentra tratada en las Tesis Programáticas mencionadas, y que dan motivo sobrado para la polémica. Pero llama la atención la preocupación por la insurrección de parte de quienes carecen de una teoría de la revolución, porque rechazan el enfoque marxista que sostiene que el capitalismo, como formación histórica, desarrolla una tendencia de fondo a la autodisolución. Sin esta condición no se producen situaciones revolucionarias, una premisa insustituible de cualquier insurrección que quiera ser victoriosa. Es una grosería conceptual asimilar la autodisolución a una caída automática del capital; auto disolución quiere decir que tiende a esa disolución por la acción de sus propias leyes (auto), no por fuerzas ajenas al sistema capitalista. Dado el carácter inescindible de la relación capital-trabajo, la tendencia a la autodisolución es una tendencia a la ruptura de un vínculo histórico umbilical, que convoca a una acción independiente de las masas de alcance histórico.

Un debate sobre la insurrección debe dar un lugar preminente a la crítica al foquismo y a la lucha armada ajena a la experiencia de las masas; el partido no sustituye las conclusiones revolucionarias que tienen que sacar las masas, interviene para colaborar con ellas. Otro punto importante es no identificar insurrección y lucha armada con militarización política, porque esta última lleva al cesarismo revolucionario, no a la dictadura del proletariado. La dictadura del proletariado puede asumir formas diferentes, depende de la peculiaridad de la experiencia de cada país y de la etapa internacional. Lo que la distingue es que consagra la supremacía política de la clase obrera, desarma a la burguesía y arma al proletariado, confisca el gran capital y sienta las bases de la planificación económica. En cierto punto la dictadura del proletariado depende enteramente de la consecuencia política del gobierno y del partido que la encarnen, porque el contenido de ese régimen de transición al socialismo depende de la orientación del factor subjetivo.

Portabilidad numérica
Con este texto, sólo pretendemos dejar en claro dónde se para el Partido Obrero. No le ponemos número, porque sería ingresar en una “charca discutidora” -aunque el autor de esta frase, un dirigente trotskista con el que hemos discrepado sin contemplaciones, la usaba como extorsión contra discusiones necesarias y oportunas.

Le damos la espalda a la posibilidad de encharcarnos en una discusión interminable. Reiteramos la necesidad de formar una mesa permanente del Frente, que se reúna regularmente y dé a conocer sus resoluciones de manera publica, incluidos los métodos de difusión (folletos, volantes, etc.). Es un método que hemos propuesto luego de las elecciones y que al día de hoy no ha sido aceptado. Sin una intervención sistemática, dejamos sin explotar la desilusión que se desarrolla en la base popular del kirchnerismo, cedemos terreno al centro izquierda y damos margen de recomposición a la izquierda que se fue a otras orillas.

Llamamos a recoger las propuestas que hacemos para meterle combustible al Frente de Izquierda. Estamos abiertos a otras proposiciones y ni se nos ocurre hacer de las nuestras un ultimátum.

19 de marzo de 2012


Comisión Ejecutiva del Partido Obrero

(*) Acerca de una “carta dos” del PTS.